lunes, mayo 10

leeloo

En su tumba, sobre el cemento todavía húmedo, no pude escribir ningún epitafio. De todas formas hubiera tardado horas en pensar en uno adecuado, que valiera la pena, o que expresase algo diferente a lo que expresaba el cemento, la tierra, o los árboles que la rodeaban.
Mite se encargó de meterla en una cajita de cartón. Le pusimos un colchoncito de colores para que estuviera cómoda, y su ratón de juguete. Estaba congelada y ya no era ella, era solo algo que se parecía a ella, pero fue suficiente para nosotros.

No puedo decir que tuvo una buena vida porque de sus escasos tres meses de vida, uno y medio se lo paso metida en una jaula y el resto estuvo enferma. Pero tuvo sus momentos y nos los relagó a nosotros. Fue lista, valiente, juguetona y cariñosa; y bonita, incluso cuando al final, cuando perdió tanto peso y tenía más pinta de murciélago que de gato. Y buena, se dejó hacer todas las perrerias que le hicieron los veterinarios y casi nadie salió herido.

La última tarde que pasé con ella, durmió sobre mi pecho, cuando se cansó de dormir, se puso a ronronear -ronroneaba muy fuerte, como un si tuviera dentro del pecho un pequeño motor- y me miró a los ojos, sin pesatañear, durante mucho rato. De vez en cuando paraba para restregarse la cara contra mi, un poquito solo, casi no tenía fuerzas, pero siempre volvía a mirarme a los ojos, fijamente. Yo, como estaba enamorada de ella no lo entendí en el momento, estaba segura de que la sacaría adelante, de que viviriamos siempre juntas y felices, no quería escuchar lo que me estaba diciendo, y continuamos mirándonos a los ojos hasta que llegó la hora de las medicinas y la cena. Al dia siguiente cuando la dejé en el veterinario para ir a trabajar, me la quitaron para hacerle algo y ni siquiera le di un beso de despedida como hacia siempre. Cuando regresé por la noche, con un mono terrible, Leeloo ya no era Leeloo y el beso que le di ya no lo sintió.

Es un gato, me dijo alguien al día siguiente, es normal que te de pena, pero al fin y al cabo es un gato.

Llevo varios años sintiéndome culpable por mi, al parecer, insana busqueda de la soledad. Los pocos amigos que conservo son personas con la capacidad de no pedirme nada, no sé si por grandeza de espiritu o porque aceptan que no se lo voy a dar. Pero esto me ha servido para percatarme de que la gente no es para tanto, solo es gente. Si se acercan a mi, es más, si alguien se acerca a alguien en general, es por que su ego necesita algo, que lo ayuden, que lo quieran, que lo adulen, que lo apoyen, que lo envidien... Leloo no necesitaba nada de eso, aunque lo cierto es que al fin y al cabo era solo un gato.

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